¡Es la Amazonía, estúpido!
Por Atilio A. Boron

En realidad, lo que a aquél más le interesa en su calidad de administrador del imperio es avanzar en el control fáctico de la Amazonía. Requisito principal de este proyecto es entorpecer, ya que no puede detener, la creciente coordinación, cooperación e integración política y económica en curso en la región y que tan importantes fueron para hacer naufragar el ALCA en 2005 y frustrar la conspiración secesionista y golpista en Bolivia (2008) y Ecuador (2010). Sorprende, dados estos antecedentes, la indecisión de Rousseff en relación con el reequipamiento de sus fuerzas armadas, porque si finalmente Brasil llegara a cerrar el trato favoreciendo la adquisición de los F-16 en lugar de los Rafale franceses, su país vería seriamente menoscabada su voluntad de reafirmar su efectiva soberanía sobre la Amazonía. Si tal cosa llegara a ocurrir, es porque la Cancillería brasileña habría pasado por alto el hecho de que en el tablero geopolítico hemisférico Washington tiene dos objetivos estratégicos: el primero, más inmediato, es acabar con el gobierno de Chávez apelando a cualquier expediente. Pero el fundamental es el control de la Amazonía, lugar donde se depositan enormes riquezas que el imperio, en su desorbitada carrera hacia la apropiación excluyente de los recursos naturales del planeta, desea asegurar para sí sin nadie que se entrometa en lo que su clase dominante percibe como su hinterland natural: agua, minerales estratégicos, petróleo, gas, biodiversidad y alimentos. Y, coherente con esta realidad, sería insensato para Brasil apostar a un equipamiento y una tecnología militar que lo colocaría en una situación de subordinación ante quien ostensiblemente le está disputando la posesión efectiva de los inmensos recursos de la Amazonía.
Para disimular sus intenciones Washington ha utilizado un sutil operativo de distracción en el cual Itamaraty cayó como un novato: ofrecer su apoyo para lograr que Brasil obtenga un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Deslumbrados por esa promesa, la Cancillería brasileña y el alto mando militar no percibieron que mientras se entretenían en estériles conversaciones sobre el asunto la Casa Blanca iba instalando sus bases militares hasta rodear completamente la Amazonía. Por eso, pretender reafirmar la soberanía brasileña en esa región apelando a equipos, armamentos y tecnología bélica de Estados Unidos constituye un mayúsculo error, pues la dependencia tecnológica y militar que ello implicaría lo dejaría atado de pies y manos a los designios de la potencia imperial.
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