domingo, 8 de mayo de 2011

No les interesa el Estado ni la política: La segunda derrota del neoliberalismo

La opción Vizcacha

 Por  Mario Wainfeld
“No andés cambiando de cueva
hacé la que hace el ratón:
conservate en el rincón
en que empezó tu esistencia
vaca que cambia ‘e querencia
se atrasa en la parición”

José Hernández, Martín Fierro
Aunque cambió el amarillo tradicional por los colores del arco iris, el lanzamiento de Mauricio Macri en pos de su reelección fue desleído por donde se lo mire. Conserva chances en el terruño, aunque acaso valgan menos que todo lo que perdió o dejó de acumular. Su proyección nacional queda mutilada, tal vez definitivamente. Su mejor horizonte es conservar lo que consiguió en 2007. En aquel entonces y en 2009 (tras la apreciable cosecha en votos de Unión PRO) su virtualidad era mucho mayor. Se le escurrió entre los dedos, mientras vivía cruzado de brazos.
Sacarle jugo a ese capital requería, de su parte, esfuerzo, destreza política y garra. Tenía que cementar la transitoria coalición con los diputados Francisco de Narváez y Felipe Solá, fatigar el territorio nacional en actitud de potencial líder del espectro que va del centroderecha al Peronismo Federal. Contaba con un bagaje enorme, amén del apoyo del establishment y los grandes medios. Era el candidato más taquillero de ese sector, quizá con la sola excepción del senador Carlos Reutemann, quien, en contrapartida, carecía de la ventaja comparativa de gobernar un distrito importante.
Durante toda su gestión justificó sus falencias acusando al gobierno nacional de obstruirlo, no ayudarlo, ponerle piedras en el camino. Si bien se mira, aunque de modo menos agresivo, apeló a la misma narrativa para justificar sus traspiés en la carrera presidencial. En este caso, los acusados fueron sus compañeros de ruta del grupo A. En verdad, debería mirarse al espejo para dar con el principal causante de sus cuitas. Incurrió en varios pecados, entre ellos uno capital: la pereza.
El PRO se abroquelará en la Ciudad Autónoma, el jefe de gabinete Horacio Rodríguez Larreta es la principal viuda de la fuga nacional. Todo indica que habrá otros lastimados, empezando por los contados cruzados que llevan la insignia del macrismo en otros distritos. Miguel del Sel, que pintaba para un resultado promisorio en Santa Fe (una intención de voto de dos dígitos), tendrá que remar para no sufrir el impacto del desamparo. El lamentablemente pintoresco diputado salteño Alfredo Olmedo sudará la gota gorda para arrimar algo similar a lo que obtuvo en los comicios para gobernador.
Macri acepta los consejos del pack de veteranos de Cardenal Newman, de su (más avezado) consultor electoral Jaime Durán Barba. Deja de garpe a los peronistas federales, en especial al ex presidente Eduardo Duhalde, cuya principal apuesta era ser el vagón comedor de un tren conducido por la locomotora de “Mauricio”. En torno del jefe de Gobierno fustigan la vacuidad del espacio federal. Tienen razón, pero su óptica es estática, a diferencia del juego político, que es dialéctico. Macri pudo haber galvanizado ese sector desde hace un buen rato, generando una opción de poder que lo incluyera y dinamizara. Su táctica consistió, monocorde, en esperar que las masas peronistas fueran a buscarlo a su domicilio, que sólo abandonó para visitar congresos internacionales de alcaldes en sedes VIP. Pero las masas peronistas son reacias a repetir el 17 de octubre en Palermo Chico. Y el plan “B” de Macri (que la flor y nata de la dirigencia justicialista opositora les acarreara el apoyo de una base social popular) encontró diversos escollos. Entre varios, recordemos la falta de referentes claros y la retirada de Lole Reutemann. Por no hablar de un dato fuerte, que la elección de 2009 puso en jaque: el Frente para la Victoria (FpV) se quedó con el capital simbólico del peronismo y con el acompañamiento de la inmensa mayoría de su base social.
Macri arriesga, pues, todo en julio. Salvo que produzca un batacazo, tendrá menos legisladores porteños que en este cuatrienio. La perspectiva de mantener su número de diputados nacionales es mínima. Los senadores se los dejó birlar en 2007, cuando (seguramente más por desidia que por malicia) mandó al frente en las presidenciales a Ricardo López Murphy, postulando para la Cámara alta a Carlos Melconián, un piantavotos de aquéllos.
De cara al 2015, Macri será, en el mejor de los supuestos para él, una figura vecinal. El FpV y el radicalismo primarán en el Congreso, cualquiera de ellos que sea derrotado en la presidencial quedará como primera alternativa opositora.
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Identificar las opciones políticas en términos de izquierda y derecha siempre fue arduo en la Argentina. Se explica que el peronismo interfiere con ese esquema, vale acotar que el radicalismo agrega su ración. Con esta gruesa salvedad, es interesante apuntar que el centroderecha ni dispondrá, en octubre, de un candidato “del palo” capaz de congregar un caudal aceptable de votos. En 2007, ya se comentó, ocurrió lo mismo.
Los recuerdos sobre lances previos parecen remotos, aunque no lo son tanto. En 1999, Domingo Cavallo hizo una buena elección, en un contexto muy polarizado entre Fernando de la Rúa y Duhalde. Superó el 10 por ciento de los votos. En la exótica competencia de 2003, López Murphy salió tercero, con más del 16 por ciento, contra el 22 que obtuvo el ex presidente Néstor Kirchner. En esa lid, llegar detrás de Menem era un salvoconducto a la victoria en segunda vuelta, que el Bull Dog acarició.
La hora más gloriosa del centro derecha aconteció en 1995, cuando Carlos Menem enarboló todas sus banderas y la agregó un acompañamiento envidiable del padrón peronista. Duhalde tratará de repetir la proeza pero parece no dar la talla.
Los votantes del centroderecha canalizarán sus votos a postulantes de “la oposición”, nadie los expresará del todo, al menos en el discurso y en la campaña. La apuesta de la derecha (más fuerte en poder fáctico antes que en legitimidad democrática) es que llegue a la Rosada, si no un militante de su causa, un dirigente a quien pueda conducir o torcer el brazo. “Mauricio” era un prospecto más satisfactorio. No quiso y, por eso, no supo ni pudo.
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Macri participó en dos elecciones para jefe de Gobierno, ambas con doble vuelta. En ninguna instancia logró menos del 40 por ciento de los votos válidos, llegó al 60 por ciento en su trance más glorioso. Le costará repetirlo pero los precedentes hablan de una figura potente. Las encuestas concuerdan en que es favorito para primar el 10 de julio, aunque lejos de la mitad más uno de los votos. Seguramente, el resultado de Gabriela Michetti en 2009 sea una referencia para intuir (con todas las relatividades propias de esos vaticinios) el piso y el techo del macrismo en la primera vuelta.
Los primeros sondeos ulteriores al anuncio del diputado Fernando Solanas auguran una contienda reñida entre tres fuerzas, con Proyecto Sur riñendo por el segundo lugar con el FpV, que ya debería digitar su postulante para no perder tiempo y posibilidades. Ninguno de los tres aspirantes puede alcanzar la fornida intención de voto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el arduo (para el kirchnerismo) terreno porteño: más del 35 por ciento, según la mayoría de las encuestas.
Las campañas, lo que pueden agregar los candidatos (que siempre son determinantes aunque haya gurúes que prediquen lo contrario) reperfilarán la puja, que por ahora da la impresión de ser cabeza a cabeza.
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El consejo del Viejo Vizcacha que encabeza esta nota parece haber regido la decisión de Macri. Es un proverbio de un hombre del común, mezquino, sin ambiciones. Constela a distancia sideral de la lógica de un líder político que incluye dos sabidurías contradictorias, sólo en apariencia. La primera que a veces hay que jugarse, arriesgar para ganar, que es imposible avanzar pisando exclusivamente sobre suelo firme.
La segunda es que perder, eventualmente, en un sistema político estable no es el fin de nada sino un estadio transitorio para el futuro. Los radicales lo comprendieron cuando buscaron a Roberto Lavagna para fortificar su desolado patrimonio en 2007.
Al conservarse en el rincón en que empezó su existencia política, Macri se resigna a un destino vecinalista, cuyas fronteras no supo trascender. Su partido queda muy mal parado para el 2015, que no está tan lejos, aunque su falta de visión estratégica le indique lo contrario.
Si muerde el polvo, una hipótesis factible aunque no la más probable, quedará a la intemperie. Algunos chimentos futboleros aseguran que está imaginando su regreso a Boca. Habrá que sondear, en tal caso, si Riquelme estará feliz.

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